Se ve a ‘gamers’, médicos y enfermos de cáncer diseñando juntos una app para que cualquiera pueda participar con su móvil en una investigación sobre alteraciones genómicas en células tumorales. El proyecto se llama Genigma y es ciencia ciudadana extrema. Pretende dilucidar, recopilando ideas y necesidades de colectivos diversos, qué partes del genoma humano juegan un papel decisivo en el establecimiento y desarrollo del cáncer. Elisabetta Broglio, que coordina la Oficina de Ciencia Ciudadana de Barcelona y trabaja con el Centro de Regulación Genómica, nos dará en D+i más detalles de Genigma. Sería fantástico que un participante directo en el diseño de la app viniera a contárnoslo.
Desde el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España, se ve a niños y jóvenes que viven en hogares de acogida en las Islas Baleares navegando y recogiendo plásticos en las playas. ‘As de guía‘ se llama este proyecto de divulgación inclusiva de las ciencias marinas, puesto en marcha por la Asociación Noctiluca para reforzar la importancia de la conservación de la biodiversidad. A ella pertenece Francesca Iuculano, que en Zaragoza nos contará cómo los chavales analizan las muestras, visitan un centro de investigación y conocen el protocolo ‘Plástico 0’ de la plataforma Observadores del Mar. Ojalá ellos mismos nos relataran sus impresiones, ya que, con esta actividad, los participantes se convierten en divulgadores científicos.
También se ve un lugar en el que trabajan juntos makers, docentes y alumnos de centros de educación especial. Enrique Torres es el promotor de esta reunión. Con su proyecto MakeItSpecial, conecta a los ‘hacedores de tecnología’ que pueblan los fablabs y makerspaces con los colegios, prestando especial atención a profesoras y alumnas. Si D+i se aplicara como Torres el MakeItSpecial, traería a una de esas ‘científicas ciudadanas’ a transmitir para todos la sensación de colaborar y hacer juntos maravillas tecnológicas útiles para la vida.
Y además, desde el Observatorio se ve un barrio de Zaragoza, La Almozara, y a sus vecinos aprendiendo por qué esa zona se llamaba antes barrio de la Química, de dónde han salido las chimeneas y de qué eran exactamente los montones de tierra granate que se veían por ahí hace años. Ya saben que eran residuos contaminantes que aún hoy pueden afectar a sus vidas desde el subsuelo. Y aprenden de la mejor manera, experimentando; tomando muestras y analizándolas, determinando su cantidad en los suelos y dando charlas sobre cómo influyen esos residuos en la salud de la ciudadanía. El geólogo Óscar Pueyo participa en este proyecto ‘Conociendo la herencia de contaminación ambiental de la Almozara‘; y lo hace con la doble condición de vecino y científico. Por eso tiene mucho que contar en D+i. Él ¿y alguien más?