Hago malabares entre la ciencia al pie del cañón y el contar sobre ella. La batalla más básica la libro en el laboratorio, cultivando células y explorando cómo se defienden ante determinadas situaciones, como la leucemia. Lo que descubro lo redacto en inglés, en un tono aséptico y lo publico en revistas especializadas que no se compraría nadie en su sano juicio. La otra cara de la ciencia la disfruto hablando con quienes más saben y redactando historias para Agencia Sinc y otros medios. Es entonces cuando cuento que la ciencia puede ser extrema, que existen hormigas zombi, que hay quien imprime órganos en 3D, que sexo y corazón se entienden a las mil maravillas y que los gurús no siempre tienen la razón. Además, de vez en cuando se alinean los planetas y surgen oportunidades, como participar en Diario Vivo, que tienen que cazarse al vuelo.