Soy químico de formación y cristalógrafo de adopción. Me formé en la Universidad de Zaragoza, realizando mi doctorado con moléculas inorgánicas de cierta complejidad. Descubrí la Cristalografía como método para determinar la estructura de mis compuestos y, rápidamente, me mudé a la Universidad de Cambridge para aprender Cristalografía. Allí sucumbí a los encantos de los cristales y al extraordinario potencial que esta ciencia presentaba para desenmascarar la estructura de cualquier molécula.
Actualmente soy profesor de investigación del CSIC y director del Instituto de Síntesis Química y Catálisis Homogénea (ISQCH). Trato de entender la relación entre la estructura molecular y las propiedades catalíticas de nuevos compuestos. Me apasiona mi trabajo como investigador y, por ello, me encanta contarle a la gente lo que hago, aunque no siempre es fácil que te hagan caso. Desde hace años trato de mostrar a los chavales jóvenes, y a los no tan jóvenes, el extraordinario impacto de la Cristalografía en nuestra vida cotidiana, tratando de engancharlos a este apasionante carro que es el conocimiento científico.
En 2014, con ocasión del año internacional de la Cristalografía, recogí la idea de crecer cristales (de unos cristales un tanto ‘apañados’) como método para atraer a los estudiantes al laboratorio y a la ciencia. Organizamos un concurso de cristalización a nivel estatal que movió a más de siete mil chavales de Secundaria. La belleza de los cristales y el reto de su cristalización les generó suficiente motivación para que entraran voluntariamente al laboratorio… ¡y después volvieron!.