Por Pilar Perla, coordinadora de las Jornadas D+i
Una manzana azul suspendida y reflejada es la interpretación que hace una pareja de artistas de cómo actuaría la fuerza de la gravedad sobre la antimateria.
El cuerpo de un ser humano que surge de las sombras y trata de atrapar la luz con las manos expresa la eterna búsqueda, la infinita tarea de conocer y darnos cuenta de cuánto ignoramos.
Si tuviera que inventar una metáfora para la divulgación de la ciencia, os invitaría a imaginarnos en el corazón de una selva. Palpitante y diversa. Donde las especies divulgadoras se entrecruzan, se influyen e interaccionan.
Cada especie conoce su terreno: unas ven el cielo desde lo alto, otra conocen el sabor profundo de la tierra donde todos nos asentamos; unas son ágiles y atrevidas, otras, metabolizan todo antes de reaccionar. Tal vez la clave esté en poner en común la sabiduría y los límites de cada cual para completarnos, para ver más allá de nuestros propios ojos.
Las jornadas de Divulgación Innovadora D+i nos reúnen cada año para perdernos en lo más profundo de esa selva y terminar abandonándola para explorar otros paisajes.
Para, reflexionando juntos, conocer bien el cielo de nuestra casa con el fin de ser capaces de apreciar las diferencias y disfrutar de ellas cuando el viaje nos lleve bajo otros cielos.
Para gritar, nosotros también, “Somos divulgadores… ¡sácanos de aquí!”. Sácanos de aquí y mézclanos con el mundo, incluso con esas zonas que se nos quedan en sombra a cada uno. Porque podemos salir de la selva y llegar adonde no llegamos.
Quienes asisten a unas D+i viven una experiencia inmersiva. Sin necesidad de ponerse las gafas de realidad virtual, tan presentes en esta cuarta edición, el chapuzón en la divulgación que hacen otros es inevitable. No hay mejor forma de conocerla que desde dentro, en primera persona. Y desde dentro de esta geoda de difícil acceso que es la cabeza de un divulgador, escuchamos la frase del primatólogo Jordi Sabater Pi:
«Si observas, conoces; si conoces, amas; si amas, proteges».
Traída a colación por Roberto Torres que, con SeaDance, sacó a bailar a la gente para equilibrar el ecosistema marino.
El neurocientífico y divulgador Xurxo Mariño compartió con nosotros las conexiones nacidas de su vuelta al mundo y nos dejó un mensaje escrito en el parabrisas: “Para disfrutar del goce de estar bajo otras estrellas, tienes que conocer el cielo de tu casa”.
Y, mirando a los cielos turolenses, Maribel Aguilar, guía Starlight, nos animó a “respetar la ignorancia y el interés de quien nos escucha”.
Una palabra ‘mágica’ flotaba ante los ojos: presencia. Hacer protagonista al público. Con tecnología o con propuestas donde “lo innovador es tocar un lápiz y sentir esa sensación de poder”, proclamó el ilustrador Diego Ortega.
Tan presentes que consigamos aproximarnos: a los problemas del entorno local, como hace el proyecto Andalucía, mejor con ciencia; o a las demandas reales de la sociedad, que science shops como las de la red europea que coordina Norbert Steinhaus traducen hasta convertirlas en objeto de una investigación científica, también real.
Con el propósito de conocer más y de probar sabores, mordimos la divulgación que hacemos en un rico debate abierto donde lanzamos preguntas incómodas:
¿Vendemos nuestra alma al diablo por agradar?
¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar?
¿Qué queda después de la risa, después de la anécdota?
¿Para quién divulgamos: para fans de la ciencia, para contentar a los propios científicos, para ser jaleados por otros divulgadores?
Y, así, a mordiscos, rompimos el techo de la selva y volamos en todas direcciones.
Buen viaje.
Aquí tenéis: