Cuando se le busca, siempre está ahí, dispuesto a colaborar. O al menos esto es lo que han comprobado varios científicos al querer aprovechar la experiencia del ciudadano. Si se trabaja para él, por su bienestar, ¿por qué hacer oídos sordos a sus necesidades? Esto pensaron Patricia Thomas, Laura Piñón, Begoña García y Gabriela Ojeda, cuatro buenos ejemplos de ciencia viva, de trabajo volcado en calles y aulas para tratar de avanzar juntos. Cuatro científicas que exhibirán sus progresos ‘ciudadanos’ en las Jornadas D+I, bajo el lema ‘Juntos. El público toma la palabra’.
Y esa palabra es un camino de ida y vuelta. Si se consulta a los ‘consumidores’ y se les explica el motivo de la consulta, esto ya es divulgación. De la buena. Porque quienes participan de cualquier modo en una investigación científica, pueden luego defenderla mejor.
Patricia Thomas, del CSIC, nos contará cómo ha llegado a saber que a los ciudadanos les preocupa el volumen que ocupan los envases alimentarios en su almacenamiento. También les interesa su reciclaje y biodegradabilidad, su reutilización, los sistemas de cierre y la mezcla de materiales. ‘Innovaciones 360º’ es el proyecto del Instituto de Ciencia y Tecnología de Polímeros, que coordina Thomas y que se propone acercar estas preocupaciones reales a científicos y empresarios del sector de los envases. Thomas ve muy lejos, entre ellos, a consumidores, científicos y empresarios. Y piensa que acercarlos “fortalece nuestro entorno socioeconómico. Que el ciudadano -explica- sepa que sus ideas son tenidas en cuenta en la gestación de proyectos de I+D+i es una manera de hacer la ciencia más ‘cotidiana’, más cercana para todos. Y si esas ideas finalmente se hacen tangibles en nuevos productos, el objetivo se habrá alcanzado”.
También Laura Piñón quiere que la ciencia “se vea más cercana y despertar vocaciones”. Para ello, la clave es “empezar desde abajo”. Así que el grupo Acuigen de la Universidad de Santiago de Compostela, del que Piñón forma parte, instala acuarios en las aulas de Secundaria para mostrar a los alumnos el curiosísimo cortejo de los peces cebra. “Los machos persiguen a las hembras y les golpean la cola; en ese momento las hembras expulsan los huevos y los machos depositan encima el esperma. Los huevos recién fertilizados se van al fondo del acuario”.
El pez cebra ha entrado en los laboratorios y en las aulas por la puerta grande. Está permitiendo, por un lado, la investigación de nuevos tratamientos oncológicos y, por otro, la divulgación de esos trabajos científicos. “Es una especie muy adecuada para realizar experimentos en el aula”, confirma Piñón. Y en esto consiste el proyecto ‘Una cebra en el agua’, desarrollado ya en un centenar de centros educativos de Galicia.
Hay más indicios de no científicos entusiasmados con la ciencia: son los voluntarios del proyecto ‘Adopta una planta’, del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC). “Están ilusionados por participar en un gran proyecto y contribuir a mejorar el conocimiento que tenemos de nuestra biodiversidad. Sienten que aportan su granito de arena”, explica Begoña García. Cuenta también que “el Instituto ha sido siempre un punto de encuentro para muchos naturalistas conocedores de la flora, que han aportado gran información al Herbario JACA y en ellos descansa el futuro de este conocimiento”.
¿Será que la gente quiere participar y no sólo ser informada? Gabriela Ojeda lo ha comprobado con el proyecto europeo NERRI de neuromejora. Éste incluye un debate ciudadano sobre las posibilidades de aumentar nuestra capacidad cognitiva. “Los resultados obtenidos nos permiten afirmar que, si la actividad es una consulta ciudadana para recabar opiniones sobre un tema concreto, el público está mucho más interesado en asistir que si se tratara de una sesión informativa”, confirma Ojeda. Las personas que han participado en el debate valoran muy positivamente, como expresaron en un cuestionario, que se les convoque para opinar.
Con estas aportaciones, la ciencia avanza. La divulgación debe ser participación.